ACTIVIDAD 2 / SESIÓN 5
Análisis y abstracción de información
ANTECEDENTES
DEL TEMA
En México las numerosas
variedades de maíces (Zea mays L.) nativos se utilizan para
elaborar además de la tortilla, una enorme cantidad de preparaciones culinarias
tradicionales, lo que hace del maíz uno de los elementos fundamentales de la
cocina nacional. Estos maíces siguen siendo el sustento de miles de familias
rurales mexicanas. Sin embargo, ante el proceso de globalización se ha adoptado
un estilo "moderno" de alimentación que tiende a sustituir a los
platillos tradicionales por alimentos procesados, no necesariamente basados en
maíz. Este hecho, junto con otros factores como el abandono del campo, la
pérdida de memoria biocultural y el cambio climático, hacen que peligre la
existencia de los maíces nativos. Conservarlos es una tarea ineludible que
requiere definir estrategias a corto plazo. En este trabajo se hace explícito
el papel fundamental que actualmente desempeñan los maíces nativos en la dieta
mexicana, pese a los cambios registrados en los patrones de consumo
alimentario. También se enlistan las preparaciones culinarias tradicionales que
tienen como base el maíz, con énfasis en la relación que existe entre usos
especiales, razas nativas y las características fisicoquímicas de los granos.
Se destaca la necesidad de potenciar la demanda de maíces nativos a partir de
la revalorización de los usos tradicionales, así como del impulso de usos
novedosos y prácticas alternativas que no han sido suficientemente explotadas.
Todas estas acciones son parte de las estrategias para coadyuvar en la
conservación in situ de los maíces nativos mexicanos.
Palabras
clave: Zea mays, maíces
nativos, usos culinarios, usos especiales, dieta mexicana. Desde el punto de vista alimentario, político,
económico y social, el maíz es el cultivo más importante del país (SIAP, 2007).
Basta con decir que el consumo per capita de maíz en
México es aproximadamente 10 veces mayor que el de Estados Unidos de América
(Serna-Saldívar y Amaya-Guerra, 2008). Este cereal cubre poco más de la mitad
de la superficie agrícola sembrada, con aproximadamente 7.5 millones de
hectáreas (SIAP, 2011), principalmente en las zonas sub-húmeda tropical,
templada húmeda y sub-húmeda (Mera-Ovando y Mapes-Sánchez, 2009).
Por su parte, los maíces
mejorados (híbridos) son los que satisfacen en buena medida las necesidades de
la agroindustria mexicana, y ocupan tan solo 20 % de la superficie total
sembrada con maíz (SIAP, 2011). Se producen principalmente bajo sistemas de
riego en el noroeste de México, en donde se registra un uso notable de
agroquímicos.
En
términos de rendimiento, las variedades mejoradas han mostrado ser notablemente
superiores a las nativas (Turrent et al., 2012), pero los
pequeños productores suelen preferir sus variedades locales. Esto se debe a
ciertas ventajas que se han identificado en las razas nativas, que en su
mayoría se siembran en los terrenos edafo-climáticamente más limitativos
(Turrent et al., 2012). De hecho, se han reportado razas que
pueden sobrevivir donde las variedades mejoradas no tienen oportunidad
(Vázquez-Carrillo et al., 2010). Entre las ventajas de estos
maíces destacan las siguientes: mejor manejo del riesgo agrícola, adaptación a
las condiciones climáticas locales, estabilidad a la variabilidad climática,
costos más bajos de los insumos necesarios para su producción, y muy
importante, aptitud para la elaboración de preparaciones culinarias
tradicionales (Guillén-Pérez et al., 2002; Turiján-Altamirano et
al., 2012; Turrent et al., 2012).
BASES
TEÓRICAS
En México, centro de origen, domesticación y diversificación del maíz
(Zea mays L.), existen
59 razas de acuerdo con la clasificación más reciente basada en características
morfológicas e isoenzimáticas (Sánchez et al., 2000), que
representan un significativo porcentaje de las 220 a 300 razas de maíz
existentes en el continente americano (Kato et al., 2009). Esta
diversidad es producto de milenarias prácticas agrícolas vinculadas al
conocimiento tradicional de los pueblos indígenas de México, principales
herederos, custodios y mejoradores del germoplasma nativo (Mera-Ovando y
Mapes-Sánchez, 2009; Turrent et al., 2010;
Toledo-Manzur y Barrera-Bassols, 2008). De hecho, el mejoramiento genético del
maíz es una actividad que en México probablemente se remonta a más de 10 mil
años (Miranda-Colín, 2000).
La dieta de una población particular forma parte de la memoria
colectiva, y no solo comprende la ingesta de alimentos sino también expresa
relaciones socioeconómicas y hace patente actos profundamente cargados de
simbolismo cultural (García-Urigüen, 2012). Es por estas razones que resulta
indispensable definir con claridad el significado que ha tenido el maíz en la
dieta de la población mexicana a lo largo de la historia y en la actualidad.
Existen testimonios culinarios
del maíz (restos arqueológicos y manuscritos como el códice Florentino o el
Mendocino) que permiten concluir que se trataba de uno de los componentes de la
dieta mesoamericana desde el Preclásico Medio (1200-400 a.C.) (López, 2007;
Taube, 1989). Sin embargo, diversos restos arqueológicos indican que otras
plantas predominaron durante mucho tiempo en la dieta de los antiguos
pobladores, y que el maíz fue ganando popularidad poco a poco (Ortega-Paczka,
2003). Algunos usos probables en la época prehispánica eran la producción de
harinas, pinole y granos reventados con calor hasta que explotaran, en la forma
que hoy conocemos como "palomita de maíz" (Mera-Ovando, 2009). Es
posible que también se bebiera el jugo dulce de la caña del maíz y del
teocintle (Mera-Ovando, 2009). Con respecto a la tortilla, hoy se sabe que ésta
no era conocida al principio (Ortega-Paczka, 2003), aunque a la llegada de los
españoles ya predominaba en la dieta mesoamericana. Hoy por hoy, la tortilla es
considerada como la base de la supervivencia del pueblo mexicano desde hace más
de 3500 años (Paredes-López et al., 2009).
La riqueza de la gastronomía
indígena basada en el maíz fue asentada en testimonios fehacientes de los
conquistadores y cronistas, desde Hernán Cortés y Bernal Díaz del Castillo,
hasta fray Bernardino de Sahagún quienes expresaron pruebas del alto grado de
desarrollo cultural de los antiguos mexicanos, así como de la diversidad
existente, ya en esos días, del maíz (Echeverría y Arroyo, 2000).
El mestizaje que se dio a raíz de
la "conquista española" tuvo en la gastronomía una de sus principales
manifestaciones, al enriquecer la dieta prehispánica con ingredientes de la
cocina hispano/árabe, y viceversa. Sin embargo, la cocina indígena predominó en
el "mestizaje alimentario", pues el maíz, que es la aportación más
significativa, sigue siendo el ingrediente fundamental y una de las principales
fuentes de energía en la dieta actual de México. En promedio, un mexicano
recibe diariamente del maíz 1022 kcal y 26.3 g de proteína (FAOSTAT, 2009), lo
que puede representar 50 % de la ingesta diaria de una persona adulta, si se
toma como base una dieta de 2000 kcal y 56 g de proteína (Serna-Saldívar y
Amaya-Guerra, 2008).
Además surgieron nuevos usos del
maíz, como el cuitlacoche o huitlacoche, que es un "invento mexicano"
reciente cuyo uso se ubica no hace más de cien años, aunque ya se encuentra
arraigado en la culinaria nacional (Valadez et al., 2011). Se
conoce como cuitlacoche a las agallas jóvenes generadas por el hongo
basidiomiceto Ustilago maydisen mazorcas inmaduras o frutos en
formación (Juárez et al., 2011). Aunque a nivel mundial es
visto como una enfermedad, en México es considerado un valioso alimento con
potencial nutracéutico (Beas et al., 2011; Juárez et
al., 2011).
Los mexicanos heredamos una de
las tradiciones culinarias más variadas y saludables que existen en el mundo
actual. No obstante, ante el ímpetu de "modernización" y la fuerza
económica de la industria alimentaria, poco a poco se ha adoptado una dieta que
incorpora significativamente alimentos procesados, menos saludables y de mayor
densidad energética, lo que conduce a un consumo más frecuente de grasas
saturadas, azúcares y sal (Bourges-Rodríguez, 2004; Gálvez-Mariscal y
Bourges-Rodríguez, 2012). Paralelamente, ha disminuido el consumo de platillos
tradicionales basados en maíz y otros cultivos ricos en nutrimentos procedentes
de la milpa (Gálvez-Mariscal y Bourges-Rodríguez, 2012). Esta transición
alimentaria, además de menguar la salud de la población, pone en peligro la
existencia de los maíces nativos y otros valiosos alimentos de la dieta
tradicional mexicana
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